RECITALES Y ARTÍCULOS

viernes, 22 de marzo de 2019

EL RASILLO EN EL AGUA


De lejos parece de juguete. De postal de mentira, de tan bello. Como tallado en el claro de una esmeralda: un oasis de encaje de hilos de piedra rosa, si achicas bien los ojos.
Alguien debió despertarse en esa dulce ladera de trinos, y, al alba, apresurarse en colocar la primera piedra, raudo en talar los durmientes de su techumbre, veloz en apilar la sumisa leña al oír la rondalla fría del viento serrano envolviéndole el corazón.
Quería vivir con el mirlo en la rama. Con el aire puro del miedo de una corza en la nieve. Como un marinero subido a la cesta de la gavia del mástil mayor, mirando la caricia de un océano de agujas verdes que le ablandara la dureza de la vida.
Luego las manos del hombre pusieron su guinda de plata: el espejo del cuenco del agua del valle del Iregua para que le viéramos el velamen rizado de su torso de piedra, para que asomados en cada ventana, pudiéramos, sumergiéndonos en esa melancolía de la belleza que te hace ser más sereno, que recorta las uñas a tu alimaña, soñar bajo sus aguas. Y es que este paisaje, este decorado mágico, te adormece tan dulcemente como en el verano el bostezo en la penumbra bajo un sol de mimbre… Sí, aquí el tiempo se ha quedado a vivir sin reloj, silbando, y anda por todos los rincones como tú por la casa en zapatillas de paño.
Y a la noche, para hacerte romántico, te baja no sólo a esa luna  llena sobre el embalse, sino también a su doble, la otra gemela sirena reflejada sobre el agua: navío redondo de plata que junta las sienes, que te flecha de besos, que te presta la luz de su alcoba…
Hoy he subido, peldaño a peldaño, sus calles, hasta el balcón de mi casa abierta  para que entrara la primavera descalza, y allí también me tropecé con la muerte, perezosa, melancólica, hechizada, de tarde de novillos, desempañando lentamente el vaho de los cristales…
©Rubén Lapuente Berriatúa

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