A Tamara
"Eh, Rubén. Ven. Mira. Aquí
detrás. Mira. Ya tengo compañía ¿eh?
Ya no estoy tan sola en el destierro.
¿Qué? ¿Te gusta? Y no he dejado sitio ni para la inicial de un amante
furtivo. Mi espalda para esa cruz de la victoria, para ese amor mío profundo. Y
tú ya sé que me entiendes. Que no es por lo que altanera digo siempre, lo de que
Asturias es España y lo demás tierra conquistada. No. Que no es por eso. Que
no es un capricho la cruz. Si la tengo ahí es para que me señale mi larga ausencia. Todo
lo que estoy perdiendo cada día. Me alejo un poco y todo me gira en torno a esa
tierra verde que tiene un interior de caricia de peluche. Que
si abres cualquier ventana, ves a la belleza en su justo sitio, en su toilette acabando
de perfilarse los labios. Que tiene un único paladar de amigo bebiendo de un
mismo vaso. Que escribe con sudor de sangre de carbón su viejo orgullo. Y qué le voy a hacer si sólo
me siento ciudadana del mundo en Asturias, en mi Cangas de Narcea ¿Te gusta? En
el madero de la cruz ¿ves? cuelga la letra griega alfa, la A, la inicial de
Alfredo, mi padre, que el caprichoso azar borracho de una bala de cacería, se
lo llevó tontamente , y bueno…, con el eco de ese grito mío de pavor de niña
voy siempre por ahí…La letra M, que me perdonen don Pelayo, como revés de la
letra omega, es la inicial del nombre de mi madre, de María Esther, que me he
venido aquí para que a ella no le falte de nada. Que alguien me tiene que
radiar los amaneceres cuando llamo.
Cuando acabe esta larga incertidumbre,
de un salto me presento allí a trabajar en lo primero que salga. Y no voy a ser
mejor asturiana por llevarla, no, ya sé que no. Pero tú Rubén, tú me conoces,
tú ya sabes ahora lo que llevo a la espalda a caballito: esa cruz de la
victoria con espuelas clavándome su memoria, mi ausencia, mi principio y mi fin”
©Rubén Lapuente Berriatúa
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