RECITALES Y ARTÍCULOS

martes, 26 de marzo de 2019

TERCIOPELO ARDIENTE

No sé de qué oculto rincón
mío sale el perfume
de esta vieja melodía
a la que ni los zarpazos del tiempo
le ha rayado la voz.
Y cuando le viene bien
sin avisarme
toma dulcemente mi garganta.
No sabes cuantos días
me viene el murmullo
de esa canción
bajando las escaleras,
y más ahora
desde que se murió Joan…
Siente, siente…
…Olvida el mundo conmigo…
o mirando a esas muchachas
bajo los soportales
cruzándose conmigo
temprano
camino del trabajo
me musita dentro…
Fuego,  fuego
para perder estribos
y acurrucarse luego…
o la tarareo alguna vez
a media mañana
en el lento sorbo de la tregua
que me da el café…
Tuyo, tuyo
Y ciego entre tus dientes
por donde me destruyo…
Y siempre la oigo tardío
como si no coincidiera
mi susurro con el de esa
eterna joven intrusa
que parece amarrada
al palo mayor de mis huesos.     
Como un huésped la tengo.
Y la verdad es que hermosea
mi íntima casa.
A la noche me deja en paz.
Se me calla porque sabe que…
quiero hallar bajo mi peso
terciopelo ardiente...
Y es entonces cuando
 se hace mía.
©Rubén Lapuente Berriatúa
                                     Terciopelo ardiente

viernes, 22 de marzo de 2019

EL RASILLO EN EL AGUA


De lejos parece de juguete. De postal de mentira, de tan bello. Como tallado en el claro de una esmeralda: un oasis de encaje de hilos de piedra rosa, si achicas bien los ojos.
Alguien debió despertarse en esa dulce ladera de trinos, y, al alba, apresurarse en colocar la primera piedra, raudo en talar los durmientes de su techumbre, veloz en apilar la sumisa leña al oír la rondalla fría del viento serrano envolviéndole el corazón.
Quería vivir con el mirlo en la rama. Con el aire puro del miedo de una corza en la nieve. Como un marinero subido a la cesta de la gavia del mástil mayor, mirando la caricia de un océano de agujas verdes que le ablandara la dureza de la vida.
Luego las manos del hombre pusieron su guinda de plata: el espejo del cuenco del agua del valle del Iregua para que le viéramos el velamen rizado de su torso de piedra, para que asomados en cada ventana, pudiéramos, sumergiéndonos en esa melancolía de la belleza que te hace ser más sereno, que recorta las uñas a tu alimaña, soñar bajo sus aguas. Y es que este paisaje, este decorado mágico, te adormece tan dulcemente como en el verano el bostezo en la penumbra bajo un sol de mimbre… Sí, aquí el tiempo se ha quedado a vivir sin reloj, silbando, y anda por todos los rincones como tú por la casa en zapatillas de paño.
Y a la noche, para hacerte romántico, te baja no sólo a esa luna  llena sobre el embalse, sino también a su doble, la otra gemela sirena reflejada sobre el agua: navío redondo de plata que junta las sienes, que te flecha de besos, que te presta la luz de su alcoba…
Hoy he subido, peldaño a peldaño, sus calles, hasta el balcón de mi casa abierta  para que entrara la primavera descalza, y allí también me tropecé con la muerte, perezosa, melancólica, hechizada, de tarde de novillos, desempañando lentamente el vaho de los cristales…
©Rubén Lapuente Berriatúa

lunes, 18 de marzo de 2019

LA VOZ DEL SUEÑO


La oigo respirar…
Si no durmiera a mi lado
por esa voz del sueño
que no se parece
a la que yo atesoro
no la reconocería…
Por momentos
alienta suspiros de niña
En otros inspira
roces de oscuro
viento perdido
Luego imperceptible
su aliento calla
como si soñara
algún sueño del silencio…
Y al no oírla
tira de mí el vértigo
de cuando
un día
cuál antes
en el lecho
será un hueco
insoportable…

Y la despierto
con la voz
ronca
del sueño fingido

Desvelada
se vuelve hacía mí…

¡Y no me mueve!

    ©Rubén Lapuente Berriatúa

jueves, 14 de marzo de 2019

PEQUEÑO PESCADOR FURTIVO


Para mi niño los playmobil tienen todos sordera. Y sobre ellos balbucea su arenga mojada en su bebible saliva.
Luego los acerca al oído. Arruga la frente, junta las cejas,
escuchando sus señas. Y asiente sereno con la cabeza…
Le faltaba capitanear al que dispara en el agua balas de burbujas. Y ha dejado un vaivén desierto en la pecera.
Con malabares, se ha llevado al saltimbanqui a su alfombra de batalla. Del pobre pez cree que su barboteo y sus coletazos son de piraña en tierra, de esbirro de armadura de plata.
Y le registra bajo las escamas el botón que lanza chorros
de granadas…Pero el pez no sabe cerrar los ojos, se va apagando como en el jazz una baqueta con escobilla. Y el niño lo agita, lo agita…, toca su índice dos veces la torpeza, tres la paz de la parca…Algo ha hecho de malo cuando vuelve a dejar un vaivén en calma en la pecera.
Sólo para mí, que le espío tras la puerta, todo es inocencia,
risa reprimida, deleite, hornacina para mi memoria : como ese viejo frío botellín de Mirinda, a media noche, en mi tierna mejilla dormida.

©Rubén Lapuente Berriatúa