RECITALES Y ARTÍCULOS

lunes, 11 de diciembre de 2023

SUEÑOS DE CAFÉ

 


Cada mañana, antes de entrar en el agua, le pongo al fuego la vieja cafetera de aluminio. Y yo no sé de dónde saca este bicho tanto olor que me coge siempre al otro lado del espejo, afeitándome, silbando alegre al son de su cafetal bufido.

 ¿Pero de dónde vienes tan íntimo como un sueño, aroma? ¿De un dios buscando algo para su somnolencia? ¿Pisaría en el lagar de la noche, no sé…, quebraderos de cabeza, o fueron racimos de rayos, truenos y centellas? ¿Y en ese galimatías de efluvios y probetas, no le saldría un bebistrajo, una aguachirle, y continua aún con su eterna modorra? ¿O viene de un alquimista en el ambigú de su barranco oscuro despegando del aire, no sé…, el oreo de sábanas mojadas de pubis trigueños, o fue el bronce del otoño en los hayedos de Cameros? ¿Y si en verdad viniera de la melancolía de los ojos azabache de una tal Eva? ¿Esas lágrimas dieron en el Edén a luz una semilla, un cafeto, la cereza roja que te aviva la vida?

 A mí me hueles a esa barca varada en el embalse con la bancada rota. A mi madre, viéndola en la ventana soplándome los besos, con el aliento de colar en la cocina, con una media de seda, el café de puchero. Me hueles a una tarde de lluvia en un bar, girando lenta del asa de una taza, esperando otra vez el desamor.

Y te me apareces al ver el periódico solitario en una mesa que, sin el primer sorbo de café, no empieza el ritual de pasarle las hojas, o al revés, que una taza humeante en cualquier cafetín necesita la mariposa del olor de la tinta impresa.

 Cuantos días, en la terraza de un bar, la vida se sienta a tu lado, coincide contigo, y luego solo te queda en el aire del recuerdo aquel embriagador y tostado aroma.

Yo disfruto, no hago más al levantarme, viéndola beberse ese negro cuerpo que le pongo al fuego, o ese recuelo recalentado que no tira por el fregadero: Pero, Rubén, si aún es oro negro, me dice.

No sé yo qué le pasaría si se lo prohibieran. Tendría que poner escalones en las paredes para subirse sin peligro, o maniatarla hasta que bajara su mono del cafeto, mientras este lírico tonto de quimeras, demora adrede el placer, aguanta las caricias tempranas de sus mulatas caderas, y se desayuna solo con ese aroma que suelta por toda la casa el plateado bufido italiano. Y es que hasta que no se perfila los labios la mañana, uno no empieza a saborear la primera taza, y siempre en mi bar, con el fiel Enrique, con el soñador Álvaro, con el divino Koldo, con el diario La Rioja.

Dicen los poetas que si tocas tu sueño morirá. Pues sí. El sueño del café, como casi todo en la vida, se va apagando al tomar el primer sorbo. Pero, demóralo una hora infinita, que lo mejor del placer es su coqueteo, su preludio eterno. Aguanta el excitante “ven” de su dedo índice, y luego copia el lento ritual de un beduino al poseerlo. Después se viene todo abajo, claro, pero, oh milagro, vuelve, resucita nuevo al día siguiente.

Así es el café, como cuando tomas el cuerpo de tu amor, y cada vez, cada noche, te parece uno distinto.


Rubén Lapuente Berriatúa

publicado en el diario La Rioja el 8/11/2023