RECITALES Y ARTÍCULOS

viernes, 3 de enero de 2025

TRIUNFAR EN LA VIDA

 


Nada más ver a esta pequeñuela trabalenguas con su peinado a la remanguillé, ya te dan ganas de subirte a su cohete espacial rumbo a su planeta bajito. Y al abrazarla, debo de oler al perfume “agua de risas” porque en un santiamén me lleva de la mano volando a su ollita de grillos. Y es un poco antes del sueño, al levantar mis rodillas la sábana de mi cama: esa bóveda de algodón celeste, cuando la rubia estrellita protagonista, en un periquete, se me cuela dentro a trenzar su estrenada niñez entre mis piernas cansadas ya de patear el día.

Y enseguida le pone en guardia el lejano zumbido de aviones en mi boca, que me ha tenido toda la tarde produciéndolos en serie para verlos caer en ese vals de papel cuadriculado, a la rabia del barrendero de la calle, que con el entrecejo fruncido buscará en las alturas una cara traviesa, de golfilla.

Y con la escuadrilla de mi mano por afuera, sobrevuelo y bombardeo como una abeja nuestra madriguera, provocando al alimón un tremendo zipizape de aspavientos artilleros, con ametralladora de risas.

 Luego, dentro de ese planeta, cada uno con la zancada de nuestros dedos índice y corazón, nos hacemos como Dora, exploradores. Y a un terrorífico grito mío, huimos despavoridos por la empinada ladera de mi pierna, que en realidad es la encrestada espalda de un dragón que refunfuñando despierta. Y le digo, que corra, que es un escupe fuego en busca de la carne de polluela a l’ast de los domingos.

Al hundir los pies de sus deditos en la ratonera de mi ombligo, de pronto mi vientre titirita: -Pero, ¡corre, aún más, que estamos perdidos, que ahora nos persigue la tos del cráter de un volcán resfriado, corre, que estalla, que si te coge su fiebre te dan ese jarabe tan asqueroso!

Y subimos, de dos en dos, los peldaños de los dulces huesos de santo de la escalinata de mis costillas, hacia el oscuro bosque de mi pecho, cruzándolo con sigilo y de puntillas, vigilados por dibujos de ojos de fieras que parpadean, entre siniestras miradas de serpientes con unos de tiza en sus pupilas, silbando seseantes y ocultas entre la maraña de mi negra jungla rizada.

 Y sin un rasguño, antes de alcanzar la combada ribera de luz de la sábana, paramos en el refugio del bolsillo alto de mi pijama, dos dedos índices con sus dos vecinos corazones perseguidos, ya exhaustos de aventura. Y como en mecedora y con pantuflas, me parlotea tranquila en esa lengua virgen de los tres años: gorjeo de luz del paladar niño que me deslumbra, y me revela que el verdadero éxito en la vida, es llegar a tiempo a casa para cerrarle los ojillos a esta enana piel roja mía, mañana la tuya.

 Y todo hasta que una voz cálida y firme de mujer, con palmadas de sargento: -chicos, se acabó la juerga-, echa abajo nuestra montaña vacía, hiriendo mortalmente a Aina de sueño, despertándome a mí del reloj parado que es la niñez, y… ¡ay!, retornándome otra vez a este monótono planeta tierra de siempre…

Eh, pero sólo hasta la noche de mañana.

Rubén Lapuente Berriatúa       publicado en el diario La Rioja



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