Últimamente mi terraza parece un
degolladero. Un gato medio montés, de la colonia felina que campea a sus anchas
por El Rasillo (mejor eso que renacer de una bolsa cerrada de plástico que
tiran al río), aprovechando que el murete de piedra de la terraza de mi casa es
del mismo color gris que el de la piel de su tabardo, cada amanecer se
calza ahí las alforjas de bandolero: Desenvaina el relámpago de
su navaja.
Este sábado, limpiando un reguero de
sangre, barriendo negras plumas de pájaros, me decía yo, que como le
cogiera, le iba a arrancar sus veinticuatro bigotes de cuajo, y de uno en
uno.
Yo estaba por dejarle el balcón
entreabierto con una lata de Whiscas de señuelo, que se me había pasado por la
cabeza el tener por entre mis piernas, de mascota, ese largo ocho de su alma
salvaje. Dejarle mi mullido edredón, a cambio de oír su ronroneo virgen. Que
viniera al reclamo del ala de mi mano, y pasarla luego sobre el suave jersey de
lana de madreperla de su sinuoso lomo.
Dejarlo pasear por mi tejado, para verlo
entrar luego por la claraboya del desván, borracho de licor de la luz de
plata que destila esa hermosa doble luna del embalse de El Rasillo.
Pero, hoy, muy temprano, sobre el
alféizar del murete, al verlo por primera vez, al mantenerme unos largos
segundos ese arrogante uno azabache de sus ojos, yo tras el cristal, me reveló
cómo debería uno ganarse la vida: que no le fuese nada fácil a
nadie.
Y pensé en mi hijo, y en tantos otros
que han tenido que irse de la Rioja, obligados, demasiado lejos, por esa
redonda burbuja de codicia nuestra que nos rompió el saco…
Pero mira por donde, ahora están
aprendiendo, vertiginosamente, a ser ellos mismos. Y al final, sin
padrinos, seguro que orgullosos de conocerse pero hasta la punta de la raíz de
sus pestañas.
Volverán mejores, más hechos, sin miedo,
como este gato medio montés, que por mí va a seguir toda la vida merodeando por
mi terraza, desplumando pájaros.
Rubén Lapuente Berriatúa
Hay que admirar a los gatos que saben ser gatos y a los pájaros que saben volar; cada cual anda a lo suyo que es la felicidad de la supervivencia en un medio hostil, y todo medio lo es. Así que, ante gato, perro, animal de pelo o sin él, quiero ser humano sin cargarles con mi peor carga de humanidad. Un buen relato, metáfora de la vida, parábola o cuento con moraleja, pero todo bueno. Salud.
ResponderEliminarEse conquistador sin patria que es un gato, detective de las habitaciones,misterioso y arrogante. Se gana la vida sin la caridad de nadie.Espejo donde mirarse.
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