RECITALES Y ARTÍCULOS

viernes, 8 de noviembre de 2024

EL PEZ QUE SUBÍA LOS RÍOS

 


Mira ese reflejo contracorriente. Esa luz de lomos plateados. Parece que boga una esquirla de luna en el río. Mira a su timonel, el que tira de su corazón, es un héroe, un loco romántico, enamorado.

Ahí lo tienes con su hatillo desnudo al hombro, dándose sin titubeos la vuelta en mitad del océano, como si de repente recordara haberse dejado el fuego de la cocina encendido.

Unos dicen que escucha en la noche profunda del mar el temblor de una oculta sirena a rebato del Universo. Otros que le persigue el destello de aquella misma estrella que le vio nacer. Algunos dicen que tiene memoria del olor o del roce de una gota dulce de su río, buscándole en su mar adentro.

Míralo, eligió el más largo e incierto y sinuoso camino a casa. Vuelve a su viejo moisés, a su niño antiguo, a su arrullo de lana de agua virgen, muy arriba, en lo más alto del río. Vuelve a sentir a su dios punzándole en la espalda la vieja memoria de todos sus antepasados. Vuelve al río donde nació. ¡Oh, debe de ser el único del Universo que sabe a qué ha venido a este mundo!

Vuelve para tenderse con su hembra en el mismo fresco lecho de freza de sus padres. Vuelve para florecer en la muerte echando a rodar, río abajo, la rueda eterna de la vida.

Pero… ¡Ay! En cada quiebro, aguas arriba, le acecha una trampa, un zarpazo, un furtivo pescador, un azud se levanta en cada trecho del río.

Oh, salmón salvaje, no llegará a tiempo la Naturaleza a enseñarte con una rama rota a la deriva saltar a la garrocha tu río de espinas. Ni a tejerte deprisa unas alitas de plata. Ni ese hombre que manda y ordena la Naturaleza dejará de varear el agua, ni te pondrá un funicular hasta el remanso del desove, que ya se ha encargado de adelantarte a destiempo la angustia, la muerte.

 

Oh, esa llamada en mitad del océano. Ese volver al viejo rumor del agua de tu cuna merecería ser sagrado, dejarte cumplir tu sueño, cerrar tu vida, pescarte sin muerte. Deberíamos en los pocos ríos de Asturias y Cantabria, que ya a duras penas subes, contemplar tu hazaña desde las orillas, animándote cerrando los puños como si fueras un ciclista subiendo el terrible Angliru.

De las granjas noruegas comemos el salmón. Allí, al salvaje, lo cuidan como oro en paño, respetan su ciclo de vida. Ay, pero aquí lo tenemos en cuidados intensivos, y además con la desfachatez de tener al pobre campanu (el primer salmón que se pesca de la temporada), subastado todos los años en abril por miles de euros a gloria de la carta de un restaurante. ¡Puaf! Solo falta darles un trofeo tanto al pescador como al restaurador que sonrientes y orgullosos se fotografían con él muerto en su regazo, sabiendo que se extingue, qué de los cuarenta y tres ríos, solo quedan ya trece que a duras penas sube nuestro valiente salmón español.

 ¿Y cómo nos va a respetar mañana la Naturaleza, cómo no va a ser vengativa con nosotros, si todo es un engranaje perfecto, y vamos limando y limando los dientes de la rueda de su paciencia?

 ¿Adivinas qué especie estorba y sobra en la tierra?

Rubén Lapuente Berriatúa

publicado en el diario La rioja 

                                                   


       

No hay comentarios:

Publicar un comentario