RECITALES Y ARTÍCULOS

martes, 10 de septiembre de 2024

MORTAL Y ROSA

 


Sobre mi mesa me puso Carmen en un vaso de agua, una rosa roja. Alguna vez las coge, yo también, cuando vuelves por el largo camino de comprar el pan en la tienda del pueblo. Un paseo agradable, tranquilo, entre casas con miradores verdes, y jardines donde algunas pequeñas rosas se cuelan por la celosía de las vallas o del enrejado, o por los mil vericuetos de los setos. Y me parecen como esas reclusas manos entre barrotes buscando un soplo de libertad. Y te piden que las salves, que las lleves a ver un poquito de mundo: a perderse por el bosque interior de uno mismo, o a la hucha sombría del escalofrío de un escote de mujer por la casa, o a medrar como nenúfar en un vaso de agua, o a ser en las páginas de un libro, mucho tiempo después, la hermosa sorpresa de alguien al encontrarse con unos pétalos ajados, y al adivinar quien los puso ahí, haga removerme en el olvido que seré.

Y es a la vuelta, con el pan bajo el brazo, cuando a la rosa más aventajada y vivaracha y vagabunda de todas las prófugas, ya elegida a la ida, la cortas con la uña la savia de su belleza: su cuenta atrás. Son de una casa blanca poco frecuentada, que supongo tiene de jardinero al libre albedrio de la Naturaleza.

Este rosal que sale a la calle a provocarte, milagrosamente, aun sube de la bodega de la tierra un olor sublime y primitivo, y sin necesidad de hundirte en su seno rojo. Estas afortunadas rosas habrán nacido de algún abismo inmaculado, y para atrapar esa fragancia, que casi puedes ver y tocar, seguro que antes han rasgado la sombra de una muchacha enamorada.

Y cortadas, todas te piden lo mismo: rodearlas, respirarlas, abrazarlas, agotarlas… ¡Y pronto!, que el tiempo no da salvaguardia a nada ni a nadie: no indulta la belleza.

Me la trae en un vaso de agua, y todo lo de a su alrededor se me empequeñece. Y hasta maquilla de un intenso arrebol las mejillas del aire que respiro.

Mirándola, admiras al artesano en sombra o a esa maga casualidad, tan mentecata por tardar tanto, que la ha tallado así, con esas caderas o acampanadas faldas tan imposibles de imaginar, y además le ha cosido el más exquisito perfume: su señuelo para subirse cada primavera al largo tren del viento. Parece una cortesana regalando, y solo para sobrevivir, todos sus encantos rosas a este faldero bosque de Cameros.

Y demasiado pronto se le cayó un pétalo. Enseguida otro le siguió. Yo ya trabajaba en mi mesa, mirándola de reojo, sorprendido, cuando cayó otro. Al poco rato, uno más, a plomo, como un terrible suicidio.

Otro cayó en el agua. El último lo sostuve, turbado, con la mirada fija, unos minutos, esperando lo peor…

 Mientras iba solapando, uno a uno, todos los pétalos, vino del ayer mi padre a recordarme aquellos días tan hirientes, al no poder dejar de oír su rítmico estertor, que no acababa nunca de apagarse…

Vino del ayer, dentro de esta rosa, a decirme que ver morir es mucho más duro que morirse.

Rubén Lapuente Berriatua

publicado en el diario La Rioja



domingo, 1 de septiembre de 2024

HUEVOS FRITOS CON PATATAS

 


Estamos criando unos viejos bancos. Son de carne de madera y huesos de hierro. Unos humildes bancos que nacieron de la pandemia, mirándose frente a frente, de acera a acera, para conversar sin el temor de que ese zarpazo de alimaña ciega nos pillara desprevenidos. Y ahí se van a quedar. Un regalo para los que vengan después: hijos, nietos, nuevos vecinos. Queremos que lleguen a ser como esos antiguos poyos adosados de las casas de los pueblos, hechos para ver pasar la vida, tomar el fresquito, cotillear, coser el mundo. ¿Por qué meterse en casa cuando en verano al atardecer el sol busca la otra mitad del mundo, y nos deja de rebote la dulce luz de la mesilla de noche de la luna?

Larga calle nuestra sin nada antes para poner las posaderas, que a cierta edad buscas la forma de una silla, el respaldo de una pared amable, hasta un cojín de borra de piedra en cualquier camino. Y no te entretenías demasiado hablando, que la espalda dejó de ser aquel joven junco meciéndose a la orilla del trajín de la vida. Sentarse en verano en la calle frente a tu puerta, más que un placer, es la mejor medicina para aliviar este viaje nuestro de la vida hacia el cansancio.

Luis tenía un viejo somier con patas. Antonio, unos viejos maderos con esa piel arrugada como de frentes de ancianos sabios. Y los dejamos ahí, sin saber si encajarían en el entorno, si los pájaros de esta dulce ladera de trinos de El Rasillo, diariamente, los condecorarían.

Luis, el maestro de obras, salió el primero a probarlos, a felicitarse mirándose orgulloso las manos. Amparo, cuando dejó las labores jardineras probó si sostendrían su fatiga en flor. Ángel y Susana comprobaron que eran de su cuerda, espartanos, lo primero y mejor para un respiro tras venir de sus largas caminatas. Pascual probó si resistiría su bonachona humanidad. Nieves acarició con los dedos el color verde hierba de sus vetas. La rubia Begoña halagó su minimalismo. Los peluqueros, tras tantas horas semanales de pie, les venían que ni pintiparados en sus días de asueto. Yo llamé al alcalde para que no los quitara de la calle por su demasiada humildad y sencillez, pero que ahí radicaba su belleza.

 Ahora al atardecer los bancos se llenan de nosotros. Quizá con el tiempo lleguen a ser como los poyos de los pueblos, algo que hay que proteger, y por qué no un día referente del Patrimonio de la Humanidad: el Facebook del vecindario.

La otra tarde en este nuevo comienzo del verano, nos sentamos los de siempre, los del entorno, los del verde barrio alto. Pero al ver venir por la calle sola a María José, semanas sin aparecer, nos recordó que no estábamos todos vivos. “Qué bien que estés aquí otra vez. ¿Hoy bajarás al huevo con patatas?”. No, aún no, nos dijo, buscando de soslayo el huérfano asiento de Antonio en los bancos.

La eternidad será un par de huevos fritos con patatas, los sábados, pero si compartes toda la vida con alguien. Y en ese breve “aún no”, cabía todo el hueco del dolor de quien ha perdido lo amado.  

María José, no tardes, te esperamos en los bancos.

Rubén Lapuente Berriatúa

publicado en el diario La Rioja 18/07/2024