Hoy,
después de unos años, me ha visto por la calle. Iba sola. Me ha reconocido con
mascarilla y todo. He dudado hasta que se ha bajado la suya hasta la barbilla “¿No
sabes quién soy?”
En
esta historia ella me parecía la más débil, pero ahí está, aguantó la
embestida, la peor, cuando el puñetazo de la vida creía yo que no la dejaría nunca
más levantarse.
Recuerdo
las últimas madrugadas con el ascensor para arriba, para abajo. Las ventanas abiertas
sólo para poder respirar dentro. El eco del último portazo. Los alambres del
patio sin sus pinzas de colores. Y la indiferencia mía (maldito trajín de la
vida) cuando la crisis financiera dejaba tantas paredes sin memoria. Recuerdo que
sólo fui una cobarde mirada entre visillos a una furgoneta de mudanzas en la
calle.
Al
irme, le di un abrazo, y me vino rabioso aquel otro, el que olvidé cuando yo tan
sólo estaba al otro lado de la pared…
“¿Garantía?
Hijo, sólo tenemos esta casa. Aunque con
tal de verte salir adelante. Es un buen producto. Con maquinaria moderna,
fieles trabajadores, una buena imagen, el éxito lo tienes asegurado. Hasta yo
podría ser el Presidente de Honor. A mis años, sólo a figurar, ¿eh?, no te
vayas a creer…Y le daría el aire a ese viejo traje del armario. Claro que te
avalaríamos, hijo. Con tal de verte salir adelante.
¿El
producto? ¿Te lo copiaron? ¿Más barato? ¿La mitad de la mitad? ¿Tanto? ¿Pero quién? ¿Un desaprensivo? ¿De aquí?
.Claro, entiendo, compra la mercancía en una tienda, y luego son esas espigas
de Oriente las que hacen el trabajo sucio, esas que huelen a esclavitud.
Pero,
entonces, ¿si el dinero está en algo que no se mueve, no habrá liquidez,
no, hijo? ¿Y los plazos? ¿Los intereses? Habla con el banco, un aplazamiento…
¿Qué no te lo dieron? Pero si no nos dijiste nunca nada. Ah, claro, por mamá. Oh,
Dios mío ¿Entonces? ¿La casa? ¡Ah! Firmamos hace días una carta,
sí, pero bueno, a mis años, ni quise acabar de entenderla. Casi ni la leí. Cómo
iba a sospechar algo. Creía sería un puro formulismo… ¿Entonces? Pero, ¿cómo se
lo dices a mamá? Oh, no, no, no te preocupes, ya lo hago yo. Siempre hay una
manera de suavizar las cosas, aunque son demasiados recuerdos para ella, y abandonarlos
así, tan de golpe…
¿Y
ahora? ¿Qué vamos a hacer? Podríamos irnos los tres, a un apartamento pequeño,
sin gastos. Apoyarnos. Mi pensión, ya sabes, es tan…Ah, que te vas de la
ciudad. Claro, lo entiendo, hijo. Empezar otra vez de cero: otro lugar, otra
gente, sin ataduras. Aún eres joven. Seguro que encuentras algo. Ya nos
llamarás. Lo malo es tu madre. No, no te preocupes, ya te he dicho que se lo
diré todo yo. Siempre hay otra manera de contar las cosas. Aunque para ella son
demasiadas vivencias para abandonarlas así tras un portazo, y tú, aunque la
conoces bien, tú no sabes lo que puede ser el espanto en sus ojos…
Pero
haz tu vida, hijo, haz tu vida. Ya nos apañaremos como sea.
¡Con tal de verte salir adelante!”
Rubén
Lapuente Berriatúa
publicado en el diario La Rioja 9 de abril de 2022