Si el mar tuviera ojos, tendría los mismos que los de un perro.
Miraría como un perro. Limpios desde la nada. Profundos y
serenos desde el fondo de su enigma.
¿Te ha mirado alguna vez alguien, así, sin pestañear, largo
tiempo, dándotelo todo?
Kira: su nuevo nombre, todavía mira desde el miedo. Ya
sabes: la portezuela del coche que se abre y que se cierra de golpe. La estampida como si la vileza
necesitara ruedas, velocidad, distancia, tierra encima…
Se quedaría en la cuneta esperando un largo tiempo a los suyos. Se
quedaría sin moverse hasta que le temblase en las patas la angustiosa soledad de
hambre apuñalada, hasta que, quizá, viera en la noche de las cigarras, el imán
de una luz o del azar, o de un milagro: el que, a veces, te cita con ese
ladrido roto, con esa mirada moribunda y limpia a la vez .
Y, de repente, el corazón se te quiebra como si fuese una hoja
de papel que desgarraras de un solo tajo.
Kira, desde sus nuevas paredes, aún mira desde el recelo. Mientras
paso mi mano sobre su erizada herida, me enseña en sus ojos, ese fondo
claro y sereno desde donde siempre mira un perro; enigmáticos ojos como el de
ese viejo fiel amigo mar que siempre se mira, te mira, por primera vez.
Rubén Lapuente Berriatúa
Seguro que esta nueva oportunidad le mostrará que puede ser feliz otra vez.
ResponderEliminarUn abrazo.
La casualidad ha querido que conociera otra Kira en circunstancias parecidas; otra raza, un amo parecido, un mismo destino. Salud.
ResponderEliminarHermosos ojos, hermoso mar con nombre de Kira...
ResponderEliminarQuiero encontrar un perro así.
Saludos.