RECITALES Y ARTÍCULOS

domingo, 29 de julio de 2018

PIRÓMANO


¿Qué se esconde en el pecho
de una hoguera
que a tantos fascina y,
a veces,
a algunos enloquece?
¿Todo surge de la llama
de un fósforo que un día
enciende la mano de un niño
y que, al aventarla,
mágicamente,
le hace clavar sus ojos
en ese hipnótico
fuego de zafiro?
 ¿O ya viene todo
empaquetado
en el maldito azar
del abrasado ramaje de la sangre?
Aquí no hablo de un incendiario,
de ese asesino de la tea,
que compra y vende fuego,
que sale canalla al monte
cuando el viento cálido arrecia,
cuando amarillea el estío,
y bajo los pies, le restalla la rama.
Esa rapiña que vuelve ya
a un paisaje de pavesas y,
sobre su hazaña,
sobre el dolor de los demás,
miserable, largamente orina.
Aquí hablo de un magnetismo,
de una cabeza en llamas,
de un ludópata del fuego,
de un canalla enfermo
que ha mirado siempre
con luz de barrena la lumbre,
que no conjura,
que sale al monte iluminado
por una voz de fuego,
que se sube al mirador del alto cerro
a contemplar cómo salta
su fogata de copa en copa…
Y espera allí,
el ulular de las sirenas,
las espadas de agua,
los calderos alados… ¡Dios mío! :
¡Su velada con música
del crepitar de las llamas!
  ©Rubén Lapuente

4 comentarios:

  1. No sé qué pasa por la cabeza y la sangre de un pirómano; tal vez sea una desviación de alguna clase de conducta autodestructiva, el vértigo del riesgo, el placer de sentirse poderoso desatando tanto infierno. Pero atentar contra la vida de los montes y la belleza sólo esconde un corazón enfermo en una cabeza enferma, peligrosamente enferma.

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    1. La piromanía es un trastorno del control de los impulsos. Otros trastornos de ese tipo son las ludopatías (incapacidad para controlarse en juegos de apuestas o loterías) y la cleptomanía (incapacidad para controlar el deseo de hurtar cosas en tiendas). Los pirómanos son enfermos que disfrutan provocando fuegos y con la contemplación de sus consecuencias.
      Su afición enfermiza suele iniciarse en la edad juvenil, con mayor frecuencia en varones y especialmente en aquéllos que destacan poco o nada por habilidades socialmente atractivas. Suelen ser personas solitarias, grises, que no llaman la atención por ninguna cualidad agradable.
      Muchos de ellos expresan su atracción por el fuego participando en programas de prevención, de forma voluntaria. Unos pocos llegan a enrolarse en cuerpos de bomberos, pero lo más habitual es que se trate de “espontáneos” dispuestos a echar una mano siempre que un fuego estalla en sus cercanías. Otros, son visitantes asiduos de los museos sobre fuego y de los parques de bomberos.
      Es importante señalar que no buscan móviles económicos en sus fuegos, sino simplemente satisfacer su morboso apetito de incendios y de las situaciones afines. El verano es una época excelsa para dichos maníacos, pues resulta fácil, por las condiciones climáticas, extender grandes áreas de fuego a partir de pequeñas hogueras.
      No existe tratamiento concreto para este tipo de enfermedad. El mayor problema es la falta de motivación para curarse que estos sujetos experimentan. El encarcelamiento, o la supervisión de por vida, suele ser la única manera de prevenir la repetición de sus acto

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  2. Y no un simple Prometeo que roba la llama del sol para traerla a los humanos.

    Saludos.

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