RECITALES Y ARTÍCULOS

domingo, 7 de septiembre de 2025

EL DEDO CORAZÓN

 


No te engañes. Esa manecita sin tiempo que como una azucena se asoma a la rueda de la vida, tan hermosa, necesita ese largo dedo corazón tuyo. Mira cómo se aferra al rumor lento y espeso de tu sangre. Tiene la cintura precisa, y lo abarca tan bien, tan hecho a la horma de sus deditos. El viejo sarmiento tuyo para sacarla del mar del sueño blanco. No hay mejor noray donde atarse.

 Y es tu flotador en ese momento de la vida en el que notabas que el tiempo empezaba a correr, poniéndote alta la insoportable melodía del tic tac del corazón en el silencio. Y dirás que esa manecita de tu tardía nieta, te da vida. El verla crecer te hará ganar unos cuantos años al cansancio. Rejuvenecerás un montón cuando te coja de la mano y te lleve a todos los rincones de su planeta bajito. Su cobijo es ahora tu mano grande, esa llena de arbolillos de venas, ramajes a punto de estallar, y en las que te duele posar los ojos como si no fueran tuyas, como si en ellas empezara mucho antes a medrar huraña la muerte.

Pero no te engañes, esa manecita que ahora te busca, no es la tuya, no te salva. Te parecerá que dura una eternidad, pero en un suspiro se te acaba.

Y de pronto, ya estás solo y torpe para vivir sin molestar. Quizá ya habites en una casa grande llena de paredes sin recuerdos, despertando cada amanecer al mismo agrio olor, con el cansancio pegado a la piel, y con el único aliciente de mirar sin pestañear la puerta, esperando se abra a la vez que tu mejor sonrisa. Pero pena que aún te sostenga un molesto hilo de lucidez, porque te recuerda a ti mismo cruzando los domingos (la vida es ver volver) ese mismo portón de madera.

 Y esa pasajera mano, la que más recuerdas por ser la última, vendrá a verte, pero, ¿ves cómo no es la que te salva? Ya no necesita todo el tiempo la tuya, la huérfana tuya.

¿No comprarías una con palma y dorso que te diera las caricias? ¿Que fuera el bastón de tu torpeza, la gasa limpia de tu llaga? ¿Una mano de esas de andén o del puerto de las que se quedan siempre a lo lejos como una bandera al viento esperándote, y que no te abandonara nunca? ¿Una mano que una noche corriera lentamente la sábana blanca de tu último sueño?  

Hay un diario de una soldado de la edad dorada, que leo cada noche en su espalda vencida. Lo acompaña mi dedo para no perderme en sus renglones torcidos. Un diario que habla de soledad y ternura, de desdenes hirientes, de batallas perdidas, de encontrar en las cuatro paredes alquiladas, escondidos sollozos de madrugada.

“¿Sabes, Rubén? Le he llamado hoy corriendo, pero corriendo. Hasta temblaban mis dedos en el teclado del teléfono, y me ha dicho que todavía no podía venir. Perdón, pero se está muriendo su madre, le dije. Y mientras acababa sus asuntos, como un bebé me ha cogido el dedo corazón…"

Que no te engañen. Que no te olviden.

Rubén Lapuente Berriatúa      Publicado en el diario La Rioja