La mujer
entró en la blanca
habitación
Anochecía
Por las ingles
le resbalaba
un agua rosa rota
Le seguía el hombre
con el corazón
orgulloso
agitado
delicado con ella
Una mujer
de uniforme
la sonreía
la animaba
Y al cerrarle la puerta
se quedó por detrás
esperando
entre bambalinas
esa voz
desde la entraña
Todo estaba en penumbra
En silencio
Todo era íntimo
como una suave
caricia
Para empujar
y abrir una luz
la vida a ratos
tironeaba
de la mujer
que entremedias
adiestrada
adiestrada
primeriza
jadeaba
como si fuese
el fuelle
de una lumbre
dormida
El hombre
entretanto
con las manos
por todo el cuerpo
la acariciaba
la dilataba
e iba haciendo
de su carne
lo que el panadero
con harina
agua
y fuego al alba
Y en el rostro de ella
se saboreaba
la solitaria belleza
del dolor
sin sufrimiento
Y la cama se le iba
haciendo pequeña…
El grito
desde la entraña
abrió la puerta
Y sin tocarla
ni un solo temblor
del vientre
navegaba en la misma
barca del hijo
timonel
timonel
que empujaba
que retrocedía
que coronaba
la cabeza
en el espejo
que guiaba
el hombre
hacia los ojos de ella…
Pegajoso y sucio
de sudor de amor
latiendo aún del cordón
sin pinzar
flujos de sangre
de vida
piel con piel
sobre el vientre
de su madre
le dejaron
respirando
claridades
Y al olor
del calostro del pecho
comenzó a reptar
hasta
la caliente
ubre
de nieve…
Y sin separarlos
se quedaron los dos
al mismo tiempo
dormidos
©Rubén Lapuente
©Rubén Lapuente
No hay comentarios:
Publicar un comentario