Para la campaña un juguete una ilusión de este año, he comprado en Correos un bolígrafo solidario por cinco euros. Me dicen que la diferencia entre lo que vale y lo que cuesta fabricarlo, cuatro euros, vuela hacia esa infancia que no tiene Reyes, ni Papa Noel, ni nunca ha recibido un regalo, un juguete… Supongo que irán hacia esos mismos rincones de mugre del planeta que salen en los documentales o en los telediarios o en las revistas y desde la noche de los tiempos. Y ahora casi siempre junto al márquetin de ese ridículo galán o actriz de turno de Hollywood, repartiendo sonrisas ataviados ambos con esas insolentes ropas de explorador o de safari de diseño, y que realizan, un ratito, el más hipócrita papel protagonista de su vida…
Ahora lo que sí sabemos es el número de niños que son. Y cuántos caen por minuto. El progreso era esto: pura y
dura estadística. Ahora la
miseria da de comer a unos cuantos
sociólogos. Pero bueno, mejor no lo estropeo
del todo, mejor lo dejó así…
Yo llevo
uno encima y algo nuevo vivo me roza. Lo dejo asomarse por el embozo del bolsillo de mi guerrera, como reclamo, y
es como un faro que barre con su luz de pobreza nuestra indiferencia, nuestra ceguera.
En el
espejo de su tinta, veo la
manoseada sagrada niñez: a ese niño que patea como balón una lata
oxidada, o a su imaginación que la hace también coche o vagoneta; o a la niña
negra con pelo de oveja que caza de la brisa vagidos que dulcemente acuna. Y que soy yo, quién pone ruedas de tren o de bólido o muñeca de carne de
trapo al vacío regazo ahumado de la niña, con todas esas barreduras que encuentran
por sus calles todavía de tierra…
Y es que la
infancia es una rueda loca de un coche
girando patas arriba. Un balón cosido a patadas. La muñeca enseñando agotada el
corazón de borra…
Pero en el
espejo de su tinta, veo también que ellos siguen fértiles en piojos, con
la misma mugre para sus adeptas moscas, con la loba
malaria asaltando su indefenso corral, con alfabetos
de tres letras en la sangre, de bienvenida, y soñando bajo cielos de lona caer
la lluvia de nuestra rica miel… Y eso que
dicen que el mundo es un pañuelo…
Bueno, pero
mejor no lo estropeo, mejor lo dejo así…
Por cinco
euros…
¿No he
hecho una buena compra?
© Rubén
Lapuente Berriatúa
Enhorabuena, Rubén; estoy seguro de que de ese bolígrafo saldrán magníficos versos y no pocas aprovechables reflexiones. ¡Felicidades!
ResponderEliminarRuben un genio de las letras y la pasión del arte
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