RECITALES Y ARTÍCULOS

lunes, 2 de agosto de 2021

¿IRSE O QUEDARSE?

 


Leyendo durante la larga pandemia el libro del desasosiego de mi admirado Fernando Pessoa, me detuve en esos párrafos donde dice que sólo la debilidad de la imaginación justifica que haya que desplazarse para sentir. Que si imagino, veo. Que qué más hago si viajo. Que la vida es lo que hacemos de ella. Que los viajes son los viajeros. Que lo que vemos no es lo que vemos, sino lo que somos...  

Y me puse a hacer prácticas de aprendiz de mi clarividente y admirado maestro, ya en el regazo de la cama, llevándome una foto, una estampa bellísima de atardecer en calma con barcos sobre la mar, e intentando meterme en la sustancia gris de mi venerado Pessoa, viajando hacia el lugar de esa belleza impresa, sin irme.

 Iba entre las cuatro paredes de mi habitación en las que andaba la luz matizando su ya gastado ocaso añil, o mejor mi pereza de pintarlas. Me llevé zureos de paloma de mi desordenada terraza, pero sonando ya a tonada de gaviota, y rumor de mar en las olas del ascensor de la casa, subiendo y bajando, intermitente, la marea de los cinco cielos.

Y volaba entre mis sábanas, ya de hilo de grano de arena de playa, a la penumbra de esa estampa bellísima de anochecer en calma con barcos, intentando vivir, sentir, como si estuviese allí solazándome…

Y  haciendo el esfuerzo, cada vez que a ratos la ojeaba, de verla como se mira siempre al mar: por primera vez.  

Y, sí, iba entrando, como con un beso lento, en el regazo de esa bella estampa, adormeciéndome, trayendo a mi cama su idilio mecido por el rumor de las olas, por el lento vaivén de las barcas, por la luz que dulcemente declinaba, también dentro de mí...

 Y parece que funcionaba, que lo conseguía , que no me haría falta ir a esa playa de anochecer en calma, que me bastaba con sólo batir las alas de la imaginación, para quedarme traspuesto entre las sábanas, ya dunas de arena fina... Pero, de pronto, un olor nocturno a fritanga que subía por el patio de luces, y otro de cachopo de ternera que me traía el viento de la chimenea de acero del bar de abajo, ahora columna vertebral  de la casa que corona,  cerrado, pero con fantasmas sin mascarilla, se me coló por la herida de mi vieja ventana de aluminio, desmoronándome todo ese delicado andamiaje del meteórico vuelo de mi imaginación…

Pero no, no fui capaz  de perfumar mi pensamiento, ni traerme a rastras ese profundo olor de la mar, que nadie vende tarros de su esencia, ni píldoras que curen su añoranza en una tan larga pandemia…

 No, la imaginación nunca ha tenido muy buen olfato, ni auténtica piel de terciopelo. Es como una serpentina de pompas de jabón que lanza una niña con los pies colgados de un banco verde del parque, que deslumbran por un momento, pero que, de pronto…

 Lo siento admirado Pessoa, sé que nunca llegaré a la suela de tu magín, lo intenté en la maldita pandemia,  pero muerto el perro se acabó la rabia…

Perdóname otra vez maestro, mañana hago las maletas.

 Rubén Lapuente Berriatúa

Publicado en el diario La Rioja el 17/7/2021



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