RECITALES Y ARTÍCULOS

lunes, 1 de enero de 2024

CANCIONES AL VOLANTE

 


Son algo más que canciones al volante mal coreadas por uno mismo. Abres la portezuela del coche y es como si acudieras a la terapia de un piloto verbenero a sanar las emociones. Pero no te equivoques, aquí, en esta isla rodante y solitaria de fibra de vidrio, no se baja la ventanilla, ni se asoma desafiante el codo, aquí no hay hortera redomado que pare el coche en el semáforo, y suba aún más el volumen para que se entere la humanidad de sus excelsos y atronadores gustos musicales. Aquí, en esa vitrina del estrépito, uno se desnuda siempre por detrás del biombo, cerrando bien la escotilla, convocando, cuando no hay moros en la costa, al vocinglero, al berreo de un niño grande.

 ¿Eh?, debe conducir el que no sueña, el sumiso, el que va a trabajar con traje y corbata, el que se sacrifica y no bebe ni una gota, y solo para que su inseparable viajero arme dentro la tremolina. Es esa silueta de cartón absorta que no pierde la compostura siguiendo derecho la línea de la carretera, como lo haría sobre el raíl un viejo tranvía. El otro, el que está harto de tanto formalismo y buenas maneras, cansado de tener que parecer siempre sublime, que le apetece hacer terapia o el ridículo a solas, el que se desvía de la mediana del camino, al que se le nubla la vista, el que reproduce el disco y convoca las nubes, debe poner la misma pasión que cuando fue un rebelde con causa o sin ella. Y puede que sea un hijo del rock, del flamenco, del tango, de la copla, del hip hop, del indie, del reguetón, eso da lo mismo, lo importante, lo obligado, es que cante siempre como un lunático, desaforadamente desafinando, estruendoso como la sirena del Espolón, como un viejo pernio de pueblo. Si cantas como los ángeles, si entonas, y además andas escaso de trauma, mejor vete a un Karaoke, o apúntate a un casting de Operación Triunfo, busca otro sitio, qué en este veloz habitáculo de cuatro ruedas, el ruiseñor no se desdobla, no se despeina, no encuentra el manillar del sueño.

Y si te cruzas con un coche, o desde la acera con una fugaz mirada conocida, que tengas ensayado lo bien que solapa el aullar con un largo y torpe bostezo. Así hasta que se acabe tu repertorio, y despierte el uniformado títere del volante dentro del tenor desgañitado, así hasta que se quede yerma la entraña de echar por la boca lo que quieras: no sé si la espuma de la alegría, o el cansancio de este oficio de vivir, no sé si el olvido de tanta belleza no atendida, o la bilis de las lágrimas que no derramaste, no sé si el fracaso que te achica, o el descuido de no haber llegado a tiempo a salvar una mirada perdida, no sé si el hueco insoportable de una cama, o…

 Y al llegar a tu destino, antes de abrir la portezuela del coche, veas en el espejo retrovisor unos ojos que te sonríen, y a los que saludas llevándote los dedos a la sien.

Rubén Lapuente Berriatúa

publicado en el diario La Rioja el 21/12/23

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