RECITALES Y ARTÍCULOS

miércoles, 26 de junio de 2024

SEMILLAS DEL DIABLO

 


Las guerras no apagan su voz cuando vuelves a oír cantar a los pájaros. En todas ellas, hay un visionario con galones y mando en plaza que ordena sembrar los caminos, los campos, con semillas del diablo: esas minas antipersona que mucho tiempo después de haber firmado la paz, día tras día, siguen trabajando insomnes y ciegas: Ni perdonan unas tiernas pisadas de niño. Y se quedan ahí, de carnada, al raso, como un eterno sanguinario tenderete de souvenirs. Y si no, que se lo pregunten a los sufridos vietnamitas, que cuatro décadas después del fin de la guerra, grandes extensiones de arrozales aún siguen contaminadas, y de vez en cuando oyen un estruendo: alguien se atrevió a cruzar los viejos caminos de su infancia.

Y no me cuesta demasiado probarme su inocente piel. Imaginarme que, bajo el asfalto de mi ciudad, sembraron esas semillas del diablo. Y salgo a mi calle como a las dunas del Sahara, como a un camino de Irak, de Angola, de Colombia, de Malí, de Nigeria, de Afganistán, de Ucrania, de Siria… Me imagino que soy uno de ellos, que tengo bajo los pies la espoleta, peor aún, dentro de la cabeza. Que busco, camino de la oficina, la huella del zapato de ayer en el reflejo de la acera. Y si pierdo el rastro, aprieto los dientes, los ojos, alargo la zancada, y que sea lo que dios quiera. Me imagino que mi hijo no llega de la escuela. Que es luego en el parque uno más del corro de muletas, o que me mira sin pestañear desde una silla de ruedas, y me rompe el corazón del alma. Hay tantos países que ni se lo imaginan: lo viven en carne viva. Les sembraron las veredas con fértiles semillas del diablo: “Es mejor mutilar al enemigo que matarlo", reza, a pesar del tratado de Ottawa que las prohíbe, ese lema en todas las ferias de la guerra:

-Eh, amigos. Venid. Que tengo algo para salir airoso de cualquier refriega. Mirad esta cucada, sirve para colapsar los hospitales enemigos, desmoraliza a sus tropas. Busca, principalmente, que mutile. Eh, os garantizo que no mata del todo, solo deja lisiados. Trunca vidas, pero a medias. Pensad que un cadáver solo da el trabajo de cavar un hoyo, pero un tullido en la guerra es una eterna carga para el enemigo, lo debilita. Y mirad esto, lo último, esta mina con alas de mariposa, aterriza en los campos como una inocente hoja de otoño, la han pintado con vivos colores… (ojalá me equivoque, y no las hayan hecho, así, tan atractivas, para atraer a esa innata curiosidad de los niños)
Ahora divido el número de víctimas anuales(gracias a dios que ya sabemos los que son y cuantos caen por minuto; no habrá dinero para desminar los campos del planeta, pero por lo menos da de comer a esa caterva de sociólogos que
 tan minuciosamente llevan la cuenta) por los días que tiene el año, y puntual, cada veinte minutos, dan su fruto...¡de brazos y piernas! 

Rubén Lapuente Berriatúa

publicado en el diario La Rioja   6/Junio/2024

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